17 de septiembre de 2007

Historia Real II

Esto es una historia real. Le sucedió a la amiga de una amiga, Vanesa.
Uno de los recuerdos más viejos de Vanesa era la habitación oscura, de cortinas cerradas, donde escuchaba la respiración lenta y sostenida de su madre. No dormía, pero no estaba despierta realmente. Se hundía en su propia tristeza. Vanesa cuidaba de ella, y de su hermanita, y de su padre… ah… curioso personaje su padre. Un hombre agresivo, y dulce. Simpático, y absolutamente cruel. Una cara afuera, otra adentro. En la inocencia de su corta edad, Vanesa no veía lo que años después le haría hasta doler los ojos.
Si había alguien que sostenía a la pequeña, era Muriel, su tía. Una mujer mayor, moderna, dura… ella la admiraba. Por ello, cuando Muriel falleció (de la misma manera en que había vivido: rápidamente, sin cuidarse, dejándose llevar), Vanesa perdió a la mujer que representaba todo aquello que la fuerza del alma puede entregar para construir a una persona fuerte…
“Muchas cosas te pueden pasar, pero nunca debes dejar de creer en ti…”
Abrió los ojos. Estaba acostada en el pasto de un sector de la escuela, en un día de calor, y muchos recuerdos venían a su cabeza. La imagen de su tía Muriel aún le dolía un poco en algún rincón del pecho… tantas imágenes le dolían así, y ya no estaban… y las que estaban con ella todavía le dolían aún más…
Cuando empezaba a marearse, llegaron sus amigas.
- Ya estás en el pasto. Qué manía la de venir a echarte aquí – dijo sutilmente Nani.
- Jeje – se rió tímidamente Vanesa- Nada más quería pensar.
- Dale. Qué sed… - dijo Ale, recibiendo un jugo de Feña. Èsta, a su vez, preguntó:
- ¿Y cuándo te cortas el pelo Vane?
Vanesa la miró levantando una ceja.
- No puedo, ya sabes…
- ¿Ni siquiera por el calor? – preguntó Feña, molesta.
- No.
Su familia creía férreamente en una religión extraña. Una religión apegada a la Biblia, machista, que no le permitía usar pantalón, ni cortarse el pelo, de preferencia no maquillarse ni nada que pudiera “tentar a la carne”. Una secta a la cual, ya que había crecido sumergida en ella, y la pilló volando bajo durante un período duro de su vida, se había bautizado. Sin embargo, Vanesa era toda una oveja negra; fue la última de la familia en bautizarse, y sus padres temían que esas tres niñas que estaban en el pasto a su lado estuvieran influenciadas por el mal, y por ende arrastraran a su hija a la perdición. Nunca lo demostraron, claro. Esas niñas también eran de ayuda para su hija… Pensar todo aquello era pan de cada día para Vanesa, y no veía qué más hacer al respecto, hasta aquel día en que llegó a su casa más tarde, cuando su hermana ya había llegado, y descubrió que un frasco de tranquilizantes yacía vacío en el piso del baño, donde su hermana se lo había tomado de golpe e impulsada por quien sabe qué “demonio” como más tarde prefirieron los hermanos de la iglesia juzgar.
Vanesa, a través del dolor de la casi pérdida de su hermana (que se recuperó de aquello con relativa facilidad, al menos físicamente), sintió que, como para ella ya parecía habitual, lágrimas de impotencia e ira brotaban de sus ojos. Ella sabía que aquel demonio del que hablaban no era de esos que Satanás envía para corromper. Sabía que aquel demonio vivía bajo su mismo techo, y ellas llevaban la sangre de él.
Su hermana menor, Ana, había sido siempre una niña sumisa y aplicada, tímida, muy influenciable. Ahora que había logrado por fin hacer nuevas amistades, su cambio era radical. En una edad difícil, decidió bautizarse (antes que la propia Vanesa), pero ahora estaba encerrada en el mismo callejón sin salida que ella. Y ya no estaba dispuesta a dejar pasar las brutalidades de su padre, que no parecía entender que el adulto era él… podía a veces ser bueno, pero la mayoría del tiempo era un hombre que no sabía expresar nada con palabras tranquilas, sino con insultos y si no, a las manos. Sus hijas lo sabían, pero aún así ahora en vez de evitarlo se enfrentaban a él. Fue tras una de estas peleas, que Ana decidió que su vida no valía nada y debía terminarla.
Su madre siempre había estado a punto de abandonar a ese hombre, pero los prejuicios de la iglesia, el miedo a la soledad, su propia depresión, le impedían una separación de un hombre que, a fin de cuentas, ella amaba. Sus hijas no entendían que lo pusiera en primer lugar, pero no le decían nada, por el amor y admiración que le tenían. Su madre enseñaba para mantener el hogar, ya que los problemas de salud de su padre (que le tenían mala la memoria) le impedían desenvolverse bien en el trabajo y lo tenían desempleado. Eso lo atormentaba más, pero en lugar de estar bien con su familia, traspasaba de manera agria su impotencia.
Entonces Vanesa, ese día, decidió que aquello algún día iba a acabar. Un día se llevaría a su hermana con ella, lejos. Aunque su madre le dijera que moriría si se iban. ¿Retenerlas? ¿Qué sacaba con eso? Es como quien tiene un pajarito en una jaula. No puede volar, pero como es lindo que esté ahí, ahí se deja. Hasta que el pajarito muere cantando.
- Tranquila. Aguanta un poco más y se solucionará. Falta poco para tu mayoría de edad, ahí te puedes salir ¿no? – dijo Nani, cuando Vanesa le contó a ella y sus amigas todo al otro día.
- No es tan fácil. Vivo con tres bautizados en mi casa, aunque me salga no podré cambiar mi ritmo de vida…
- Ah…mujer. Tú tienes que irte de ahí. Algún día vamos a viajar las dos, ya sabes.
- Jeje, sí… es una promesa que vamos a cumplir antes de viejas, supongo- dijo Vane, esbozando una sonrisa por primera vez desde el asunto de su hermana.
- Obvio. Para allá vamos- le sonrió Nani.
Esa sonrisa le recordó mucho a Muriel. ¿Qué sería de ella sin sus amigas?... Siempre se lo preguntaba. Lo extraño es que lo supo con más claridad que nunca ese mismo día.
- No me interesa. Tienes que juntarte más con la gente de la iglesia, ellos son gente buena- dijo su padre, desde el sillón, mientras Vane ponía la mesa. Estaban sólo ellos dos en la casa.
- Ah, claro. Buenas como tú, me imagino.
- ¿Qué dijiste, atrevida?
- Lo que oíste. Es verdad, las hermanas son buenas y simpáticas, pero tú me metiste a un colegio donde el mundo es más grande. ¡Ya estoy en eso, no puedes querer sacarme de mi propio mundo ahora!
- Esto es todo porque te juntas con esas…
- ¿Esas qué? ¿Ah?
- Esas…niñitas.
- Esas niñitas han hecho por mí más de lo que tú podrías jamás hacer. Sin ellas yo habría hecho lo mismo que la Ana hace ratito, sólo que soy más cobarde. Todo lo que tú haces de malo, ellas lo hacen de bueno para mí… así que no te atrevas a insultarlas como el otro día hiciste conmigo. No son las putas que tú crees que s…
Golpe. Su padre se había parado hace rato y le plantó una cachetada. Iba a seguir, pero Vanesa lo miró fijamente, con los ojos llenos de lágrimas y el labio un poco enrojecido. La mano de su padre se detuvo, mientras ella dejaba los vasos en la mesa.
- Sírvete solo.
Fue a su pieza a llorar. No tenía puerta, para más remate. Encendió el pc. El fondo de pantalla le sacó una sonrisa. El cantante que alguna vez Nani y ella irían a conocer le devolvía una mirada picarona. Abrió el msn. Estaban Nani y Ale.
- Hola.
- Hola- le contestaron ambas, por separado.
- ¿Cómo estai?
- Mal.
- ¿… Qué hizo ahora tu papá?
Les contó todo, como siempre. Ellas la aconsejaron, la consolaron, la hicieron reirse un rato. Oyó la voz de su padre rezongándole que tenía que lavar los platos.
Mientras lavaba, llegó su hermana. Fue hacia ella, y con una sonrisa le dijo:
- Vane… estoy andando.
Vane la miró. Luego le sonrió.
- ¿Viste que de algo valía seguir viva?
La foto de Muriel que había en el rincón, con un cigarro en la mano, parecía guiñarle un ojo.

Esta es una historia real. Le sucedió a la amiga de una amiga. Y Vanesa sigue soñando, riendo y llorando. Sigue descifrando lo que significa la libertad, la diferencia entre bien y mal. Ordenando su concepción de la moral…
Buscándose a sí misma.

1 comentario:

Anónimo dijo...

sobri... o_o


primero que todo, la felicito porque escribe muy bien! nOn me gusta mucho leerla :D
y ahora, respecto a la historia... me dio penita, qué triste es que algunas personas deban vivir así, encerradas en un riguroso mundo y que aparte no les gusta... debe ser terrible >_< pero ojalá Vanesa y su hermana puedan salir de ahí algún día y hacer de sus vidas algo mucho mejor!. Odio que los padres a veces se ceguen imponiendo ideas a sus hijos cuando éstos ya tienen la capacidad de decidir por sí mismos... en fin, espero que esta historia tenga un feliz desenlace y que el padre de las niñas se de cuenta de sus errores...

saludos sobri, y siga escribiendo porque lo hace muuuuy bien nOn!