Él y Ella

Ni Ella ni Él podían llegar a entenderse en lo más mínimo.
Bastaba un sólo detalle en la conversación para que la mecha se prendiera y comenzaran a discutir.

"Tú ves la vida muy distinto a como la veo yo"
"El sentido del humor que tenemos no podría ser más diferente"
"Lo que pasa es que tú no aceptas a los demás"
"Es culpa tuya porque no escuchas lo que te digo"
"Ni siquiera sé por qué hablo con una persona tan cerrada"
"Qué facil te resulta criticarme, ¿verdad?"

Aquella noche, nuevamente se había abierto el debate. Ambos eran tan cabezadura y ensimismados que claramente iban a seguir discutiendo hasta altas horas de la noche, sin llegar a ningún resultado. ¿Por qué se aguantaban mutuamente?
Ella...ella tenía un secreto que contarle.
Él... él simplemente respetaba todo aquel tiempo invertido.
Y aquella noche, entre acaloradas palabras, Ella estuvo a punto de decirle el secreto, lo alcanzó a tipear, su dedo se acercó peligrosamente al enter...pero... las letras negras de su "adversario" aparecieron en la pantalla, exhibiendo una oración tan desagradable que Ella borró todo, le contestó tajante, y mientras esperaba la respuesta (de puro masoquismo), se fue a tomar la pastilla y se volvió a sentar. Como esperaba, la contestación fue muy desagradable, la obligaba a pensar, y ella no quería eso; se sentía débil y simplemente apagó todo y se echó en su cama, tratando de no darle vueltas al asunto para dormir.

Él pensó que sin duda era algo extraño que Ella no solía hacer ni cuando estaba muy molesta, así que por un segundo pensó que era un error de conexión. Después se sintió enojado, porque odiaba a la gente que huía de las batallas. Luego se le olvidó, se distrajo, y más tarde se fue a dormir.

Cuando le dijeron que Ella había muerto durante la noche, pensó que era una broma. Miró el nombre en su lista de contactos....estaba ahí, como siempre, pero sin conexión. Era estúpido pensar que no se conectaría más, que ese nombre de colores alegres ya no tenía sentido, que estaba vacío... Una sensación de desesperación le recorrío la médula espinal, y luego le subió hasta la cabeza, nublando todo. Lo único que podía recordar eran las letras rojas intentando desesperadamente contestarle la noche anterior, dando, lo que él consideraba, patadas de ahogado.
Como cada día, se habían ido a dormir, pero sólo uno había abierto los ojos al otro día.
Pero la persona que le había dado la información no mentiría sobre eso, y Él no sabía qué hacer ¿llamar? ¿salir?...pero ¿a dónde? Además...qué podía hacer...
Ya estaba muerta.

Una puntada le indicó que quería llorar, pero hacía años que no lo experimentaba, así que eso lo confundió. Sentado en la banca de la plaza, miró el árbol del frente, y el sol cayendo estúpidamente sobre su cabeza, como si Ella no hubiera muerto y todo fuera igual. Fijó la vista en el tronco, deseando que todo fuera un sueño, un sueño muy desagradable, por cierto... el tronco parecía reírse de él, y formaba la cara de quien ya no estaba con sus incisiones... un sueño, por favor...

Tuvo suerte de que sí fuera un sueño.
Cuando despertó, estaba boca abajo en la cama, lo que explicaría la pesadilla. Tardó unos segundos en darse cuenta de que lo que sentía era alivio. Se sintió un poco avergonzado de haber tenido un sueño tan cursi, donde aparecía Ella, y donde Él, justamente Él, había estado a punto de llorar.
"Qué asco"

El nombre de colores vivos estaba sin conexión. Alcanzó a dudar un rato si era o no verdad su sueño (por más que se esforzara en hacer como que no había soñado nada), hasta que Ella apareció. Él decidió, por el bien de su propia dignidad, demorar un poco en dirigirle la palabra, en vista de que ella no comenzaría la conversación.
Las palabras en rojo le indicaron que Ella estaba viva, y seguía algo molesta.
Las palabras en negro de Él no dejaron traslucir ni un asomo de alivio, de miedo, de aprecio...

Aquella tarde, no hubo nada fuera de lo común, salvo la sonrisa semicurva en el rostro de Él, de la que Ella jamás se enteró...ni se enteraría.