1 de octubre de 2008

Al límite de la bajeza humana

Es complicado ponerse a pensar en algo que parece que nunca llegará. Que le pasa sólo a los demás. Que es demasiado lejano.
Cuando llega el fin de la vida, de forma natural y no abrupta (es decir, por vejez o enfermedad y no por accidente), se dan una cantidad de fenómenos que afectan a un amplio grupo de gente: la familia.
Cada familia es diferente una de la otra, pero siempre que un pariente está por morir, hay una especie de movimiento entre los miembros, como átomos expuestos al calor. Aparece hasta el más olvidado primo en quinto grado de la dinastía, y hay lloros y visitas y conmociones y arrepentimientos.

Bien, eso no es el caso de mi tía Nena.

En realidad, ella es tía por parte de padre de mi mamá, no mía. La recuerdo desde muy niñita, como una señora bajita, alegre, rolliza, vestida eternamente con unos vestidos floreados de décadas pasadas, con aros retro, cabello corto. Cuidaba de mi bisabuela (una mujer admirable, dama, que murió cuando yo tenía 4 años). Esa tía, miembro de la fundación Pinochet, eterna enamorada de su general (lo escribo en minúsculas), y religiosísima, crió a varios de los primos de mi madre, e hizo varios actos buenos en la vida. Así como hizo unos cuantos malos: rencores políticos contra sus propios hermanos, habladurías y otros actos que muchos seres humanos han cometido, cometen y cometerán siempre.
En estos momentos, está en una camilla de hospital, con unos pocos familiares que, de compasión, la han ido a ver y le han donado sangre. Su cuerpo ya no tiene arreglo, los múltiples vicios en que cayó cerca del final de su vida le han estropeado el cuerpo y la mente. Quizás el alma, ahí no me atrevo a apostar.
Entonces, en este contexto, empieza el festival de bajezas humanas.

Doctores que le mienten a los hermanos de la enferma, diciéndole que ha respondido bien, salido del coma...y la tiran a la pieza más alejada, para desconectarla y darle una dulce, dulce muerte. Porque de ella, que saben que está sola, no sacarán nada, aparte de que no tiene vuelta a atrás. Así que para qué mantener el bulto, ¿verdad?

Sobrinos criados, alimentados, mudados por ella, que no han aparecido ni siquiera para preguntar, para dar algo de su sangre sana (hasta yo quería dar pero por mis remedios (de hormonas, no estoy loca) no pude...), en fin... para despedirse de la mujer que los mantuvo... nada... absolutamente nada. Mi familia se vio perjudicada por ella por esto de los odios políticos, pero así y todo, son los que se han preocupado por ella. Y unos pocos primos más. Eso es... llega a ser indescriptible. No los pinto de santos, pero creo que suele pasar esto de que la gente más inesperada se encarga de las cosas más importantes (que no le corresponden).

Un conviviente, un paco obeso, bruto, golpeador, que vivía con ella. Es la bajeza hecha bestia. Creo que describir todo lo que sé sobre él no es correcto para ser publicado en un blog público (de hecho, la entrada completa no lo es), pero resumiendo, es un ladrón, sin remordimientos, que se aprovechó de una mujer enferma (respecto a su vicio), que aún sigue intentando quitarle cosas, que le informó a todos que había muerto cuando AUN no moría (de hecho aún no muere), que le quitó lo poco que en sus miserables últimos días le quedaban...

Tanta maldad, tanta sangre fría en las personas, rodeándote (o no rodeándote, que es peor), en tus últimos días... eso no es concebible para mí. Ni siquiera para una persona que "cosechó lo que sembró" (como le dije a mi madre, fríamente, para calmar sus remordimientos).
En mi carrera me tocará toparme con este tipo de injusticias, y siento que me estoy preparando de manera mediocre y poco interesada para enfrentarlo. Soy una mocosa que no sabe lo que los libritos azules en sus manos significan, hasta que levanta la vista y ve que en cualquier parte hay donde encontrarles el sentido (como el atroz reportaje de Contacto ayer, sobre los niños muertos por falta de potasio en sus suplementos alimenticios).
No le tuve un cariño especial a la tía, pero sé que cuando me acuerde de ella, se prenderá mi llamita justiciera, y aunque es terrible que cosas como éstas tengan que suceder para que uno se dé cuenta de lo mal que está el mundo, espero no olvidar que de cualquier lado se puede sacar un propósito para iniciar una lucha por lo que uno sabe y siente, nacido de la mera humanidad (que ese paco no tiene), como lo correcto.

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